Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

lunes, 17 de junio de 2013

Tic-toc



De vez en cuando me resulta extraño pensar en lo rápido que pasa el tiempo. Me parece que fue hace nada cuando corría por el patio del María Madre de la Iglesia celebrando que habíamos ganado la copa de fútbol de primero de primaria, y hoy me siento  escribir delante del ordenador, mientras hago la cuenta atrás mental para el día de mi graduación.

Dicen que el tiempo corre. Pero no tiene piernas, el tiempo vuela. Y dicen que según creces, vuela aún más rápido. Todo el mundo suelta lo mismo: No sabes lo rápido que va esto hasta que tienes niños… Miedo me da, entonces.

Porque, si me pongo, soy capaz de recordar perfectamente infinitud de momentos que, para bien o para mal, han quedado ya atrás. También hay algunos que sigo llevando conmigo, pero por lo general, esos sólo son los verdaderamente importantes.

El mundo, la vida, te van quitando poco a poco un tesoro que tienes y que no sabes que posees hasta que, injustamente, te han arrebatado ya parte de él. El tiempo, exactamente. Ese intercambio es constante, la vida te quita tiempo y a cambio te da un millar de cosas, de vivencias y de gente con quien llevarlas a cabo. Te pone en tu camino personas maravillosas…y otras que podrían haberse quedado en sus casas sin que hubiese perdido gran cosa la inteligencia humana. Pero todas ellas adquieren un sentido, en cuanto que forman parte de lo que vives.

Las personas que se cruzan en tu camino, o las que precisamente forman parte del mismo. Las decisiones que te llevan a vivir de una forma o de otra, aquí o allí, con ese alguien especial que a veces se encuentra donde menos te lo esperabas.

Esas páginas, esos capítulos de nuestra vida que se llenan con las intervenciones de otros. Y ese hueco que ocupamos nosotros en su vida, eso es lo que realmente hace que valga la pena la mayoría de las cosas que pasan. O lo que puede explicar otras que parecían incomprensibles.

Y es que, el tiempo, cómo no el tiempo, es uno de los mayores enigmas. No es nada físico, pero es explicación para muchas cosas. Y es, por ejemplo, un nivel de tu calidad de vida. Y eso es con lo que voy a cerrar hoy, explicando por qué esta dilación tan extraña me ha traído hoy hasta aquí.

El tiempo es el mejor ejemplo posible de la teoría de la relatividad. Lo rápido que puede pasar una comida con la familia, una tarde con amigos o un año con la persona amada, y lo lenta que se hace una hora de bioestadística a las 2 de la tarde en pleno mes de junio. Porque como decía al principio, el tiempo vuela. Sí, pero sólo cuando las cosas te son agradables y quieres disfrutar cada segundo. Si tu vida va lenta, puede que vaya carente de ilusión y que debas buscar algo que te haga vivir con más ganas y sonreír, sin remedio, al ver lo rápido que te ha pasado un nuevo día.

Por eso, y ya acabo, me voy a permitir querido lector que me aguantas, darte un humilde consejo. Si notas que tu vida va rápido y que los días y las horas pasan volando, no te amargues porque se te escape entre los dedos. Alégrate, porque tu vida está siendo interesante y, probablemente, tengas la misma suerte que yo, al compartirla con personas maravillosas.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario