Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

sábado, 8 de junio de 2013

De vuelta

 
Bum-bum. Un temblor, una vibración que te sacude el pecho y llega para darte cuenta de lo vivo que estás. Bum-bum. Si te fijas, percibes como se mueve el corazón, primero las aurículas, después los ventrículos. Bum-bum. Su ritmo, su frecuencia.
 
Lleno, vacío. Tu esternón se mueve, se llena de aire tu tórax y se vacía lentamente. Con cada bocanada, el aire fresco llega de tu nariz a tus pulmones; de tu boca, a todo ti. Notas como te llenas de vida y como la devuelves cada vez que espiras.
Y a la vez, ahí sigue tu corazón. Bum-bum, bum-bum.
 
Si te fijas de nuevo en él, puedes notar como su vibración se extiende, como su pulso circula por tus arterias y como tu sangre recorre el organismo que te forma. Empiezas a notar su paso por las piernas, por los pies.
Y los pulmones se siguen llenando. Y sigue el bum-bum.
 
El sol. Sientes como acaricia tu cara a través de la ventana. Notas como calienta tu piel, un suave hormigueo, casi como si percibieses a tu melanina acumulándose en ella, poniéndote moreno poco a poco.
La piel bajo la que late tu pulso. La que recubre tu tórax, que se sigue llenando. Y en él, se mantiene el bum-bum.
 
Tu cama. Su tacto suave, en los brazos, en las manos. Casi crees que puedes diferenciar cada una de las fibras que componen tu sábana, tu colcha. Notas la presión, tu propio peso sobre el colchón. Notas como tu piel capta todo eso, mientras hormiguea por el sol. Y el pulso prosigue, junto a la respiración. Y en el fondo, el bum-bum.
 
Oyes un sonido. Una palabra desde otra habitación, el agua de una tubería, que discurre como la gota de sudor que resbala por tu piel, la que siente tu pulso. Y escuchas tu respiración, que ya no sólo entra y sale, si no que además suena. Y cuando escuchas todo lo de fuera, lo oyes a él también. Bum-bum.
 
Aún no has abierto los ojos, mantienes en la cabeza esa última imagen que has visto. Ese campo de trigo mecido al viento, ese mar en calma o ese bosque escondido. Ese planeta del tesoro, tierra de las sorpresas o casa de lo inesperado. Tu templo, tu lugar secreto.
Sabes donde volver a encontrarlos, sólo tienes que volver a salir a buscarlos... dentro de ti. Cerca de él, de ese bum-bum.
 
Y finalmente, los abres. Y vuelves a ver el techo, vuelves a contemplar tus vellos casi de punta, tu tórax que sube y baja. Y de fondo, el bum-bum que nunca para.
Y te despiertas del todo. Porque ya estás de nuevo listo, has vuelto a notar que tienes en ti todo lo necesario para volver a enfrentarte a todo. Porque estás vivo. Porque sigue el bum-bum.
 
(Vuelta a la realidad tras una relajación por visualización)

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