Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

miércoles, 13 de febrero de 2013

Misión Olvido

Tal vez muchos (o al menos alguno) penséis al leer el título de esta entrada que voy a hablar sobre la escritora cuyo nombre coincide e inspira en parte dicho encabezamiento. Sin embargo, y aún no sé si a mi pesar o no, no tengo el placer de conocer a esta autora ni por su personalidad ni por su manejo de las letras. No puedo recomendaros ningún libro suyo, pero puedo utilizar su nombre para dar forma a una idea que me ronda la cabeza, y que me aspen si no me gustaría a mí que algún día alguien pueda utilizar mi nombre de esa forma.
Pero bueno, centrémonos en los que nos trata, que es un tema muy diferente al honor y reverencia, ni que al fin y al cabo fuésemos filósofos griegos en búsqueda de la inmortalidad por el recuerdo. El tema del que quiero hablar es el de la amistad.
Ya sé que he hecho alguna entrada acerca de este tema, e incluso imagino que más de uno estará hasta las mismísimas narices, être en ras de bol, que dirían los franceses. Hasta puedo comprender que los hubiera o hubiese (gran tiempo el pret. anterior) que se salten el resto de la entrada y se vuelvan a la realidad sobre la que también hablo tal vez demasiado a menudo. Sin embargo, supongo que si hablo tanto de la amistad, es precisamente porque me parece que es uno de esos pocos bálsamos que ayudan a superar la triste realidad que nos rodea.
Como en su buen momento dijo Francis Bacon (me ha quedado una rima que me gusta), "La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad". Tiene ese maravilloso poder de hacer que sonrías cuando das la vida por echarte a llorar, el de hacer que se te ponga la cara de tonto al hablar de tu amor sin importarte la imagen que estes dando. La amistad consigue que reconozcamos nuestros defectos ante los demás, y eso hoy en día es practicamente un milagro.
El día a día te pone en contacto con decenas, cientos de personas, y sólo algunas de ellas te llevan a preguntar en serio para saber qué tal les ha ido el día. Y sólo algunos muy contados, los contactos a los que llamas cuando necesitas hablar con alguien, sabiendo que vas a llorar tanto que no te van a entender. Esas personas a las que siempre les coges las llamadas (salvo que evidentemente no te des cuenta de que te están llamando).
Esas son personas a las que merece la pena seguir siempre enganchado, como dijo Shakespeare.
Hay veces, situaciones estúpidas en momentos estúpidos, en los que un comentario igualmente estúpido se malinterpreta. La razón es evidente. El ser humano a veces es un poco estúpido. Bueno, eso y que el idioma es tremendamente falible, y la comunicación, peligrosa. Muchas veces, una frase fuera de lugar puede interpretarse como un ataque, una palabra como una declaración de guerra.
Tal vez los haya que piensen que estoy siendo exagerado, que me estoy pasando, pero que me respondan esos mismo si no les parece igualmente absurdo discutir con un amigo por una broma fuera de tono.
Es cierto que para ser correcto hay que elegir el qué, el cómo y el cuándo correcto, tener en cuenta lo que puede o no sentar mal, y lo que siente la persona que habla. Eso en enfermería, le llamamos empatía.
Y es que, el que ha visto una persona salir adelante y luchar en su vida sabe lo importante que es un apoyo en el que auparse para alcanzar las metas. Por que el que ha disfrutado y disfruta de amigos de verdad, sabe el tremendo peso que puede soportar esa columna, si sabes tratarla bien.
Hoy va el día de citas, y quería añadir una de Louis Pasteur (sí, el de la pasteurización, que no sé por qué la gente le da por atribuirle la penicilina de Fleming) que cita "Los verdaderos amigos tienen que pelearse de vez en cuando", supongo que es parte de nuestra condición humana, de nuestro abrirnos en corazón y mente a otros.
¿Pensáis que soy ñoño y que estoy sobrevalorando la amistad? O no habéis pensado realmente lo que es o nunca habéis sentido una verdadera amistad. En el primer caso os compadezco; en el segundo, aún más.
Y a los que sois mis amigos, os doy las gracias. Por soportarme y por cumplir la misión de olvidar (ehhh, aquí el sentido del título) los momentos tontos, estúpidos y de zorro albino de persia que haya tenido y que queden por venir, porque si no lo reconociese estaría en una de tres, negando la naturaleza humana, ciego a la vida o siendo un mentiroso, y ninguna de las tres me atrae demasiado.
Por que hubo muchos (desde Kurt Cobain a Platón pasando por Luis Vives) que dijeron cosas maravillosas sobre la amistad que merecerían ser mencionadas, pero realmente no lo sientes hasta que piensas en la palabra amigo y se te viene una foto, individual o de grupo, a la cabeza.
Gracias. 

lunes, 4 de febrero de 2013

Barros


Hay días en los que aprendes lecciones de las que no ves el lado bueno. A veces te das cuenta de que no sabes qué hacer para asegurarte la victoria en esa partida de cartas que juegas con la vida, de no mancharte con esos barros que salpican de los charcos de mierda que inundan las calles, y eso te provoca ansiedad y dudas.

Cuando te das cuenta de que da igual cómo de bien conduzcas, porque siempre puede haber un niñato que haga el gilipoyas y te dé el golpe. Cuando comprendes que una tapa de una olla exprés puede salir volando y al más puro estilo “Destino Final” golpearte en una pierna. Cuando te enteras de que da igual cuanto te cuides que siempre va a haber una enfermedad esperando su oportunidad de atacarte. Cuanto te ves herido por aquellos que más quieres. Cuanto descubres que pusiste tu admiración en aquellos que sólo estaban mintiendo, o que confiaste en los que te engañaban.

Cada vez que sientes que se te clava un poquito de frío en el pecho porque el mundo no es exactamente lo que estabas esperando. Cuando te das cuenta de que ese frío es cada vez más pequeño porque vas comprendiendo cómo es realmente el mundo. Cuando el “ponerse en lo peor” se ve sobrepasado por los sucesos de cada día.

Cuando las cosas se ponen cuesta arriba, el dinero no llega y los recibos sí. Cuando el único que se acuerda de ti es el banco, y sus amigos Endesa y Emasesa. Cuando un nuevo político te promete que te ayudará a salir de ésta, sin decirte que de lo que te van a sacar es de tu casa, de tu empresa y del país al que un día te intentaron enseñar a amar.

Cuando, simplemente, pierdes la esperanza en el mundo.

Ese es el día, el momento y el segundo, en el que necesitas aferrarte a algo. En el que tienes que gritar que tú no diste permiso para que nadie jugase contigo. En el que recordar que tu vida vale mucho más que un voto.

Un hombre se levantó en Francia un día soñando con ser libre de la tiranía que lo gobernaba, y se hizo la Revolución Francesa. Un hombre gritó de rabia, y las colonias se independizaron. Un grupo se negó a luchar, y en las armas se pusieron claveles.

Los habrá de nuevo cuya misión en la vida sea derrocar imperios. Los habrá que acabarán con gobiernos corruptos (o lo que es lo mismo gobiernos a secas) y que acabarán con luchas. Los habrá que sean recordados. Y si tú no eres uno de ellos, simplemente utiliza ese momento para hacer tu propia lucha personal contra la tristeza que hay en el mundo.

Es el momento de unirte a los que quieres y ser feliz. De aprovechar esa sonrisa, ese abrazo o ese segundo de mutuo silencio, para resetear el disco duro y olvidar los malos momentos. Es el lugar y el tiempo de echar unas risas, de hacer unas locuras y de vivir cada segundo recordando al mundo que no hay nada imposible si de verdad lo intentas. Es el momento de recordar que no te va a pasar nada por ir al trabajo vistiendo una sonrisa, ir a clase tras darle un beso en la mejilla a tu madre, de tratar bien a la persona que atiendes o de dar las gracias al que te deja espacio para que te agarres en el autobús.

Porque tal vez esa persona también esté en un momento de desesperanza y tú le ayudes a animarse. Porque tal vez el mundo sería menos triste si, en vez de regodearnos y quejarnos de toda la mierda y barro que hay, cada uno limpiase un poquito de lo que tiene a su alrededor.