Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

lunes, 4 de febrero de 2013

Barros


Hay días en los que aprendes lecciones de las que no ves el lado bueno. A veces te das cuenta de que no sabes qué hacer para asegurarte la victoria en esa partida de cartas que juegas con la vida, de no mancharte con esos barros que salpican de los charcos de mierda que inundan las calles, y eso te provoca ansiedad y dudas.

Cuando te das cuenta de que da igual cómo de bien conduzcas, porque siempre puede haber un niñato que haga el gilipoyas y te dé el golpe. Cuando comprendes que una tapa de una olla exprés puede salir volando y al más puro estilo “Destino Final” golpearte en una pierna. Cuando te enteras de que da igual cuanto te cuides que siempre va a haber una enfermedad esperando su oportunidad de atacarte. Cuanto te ves herido por aquellos que más quieres. Cuanto descubres que pusiste tu admiración en aquellos que sólo estaban mintiendo, o que confiaste en los que te engañaban.

Cada vez que sientes que se te clava un poquito de frío en el pecho porque el mundo no es exactamente lo que estabas esperando. Cuando te das cuenta de que ese frío es cada vez más pequeño porque vas comprendiendo cómo es realmente el mundo. Cuando el “ponerse en lo peor” se ve sobrepasado por los sucesos de cada día.

Cuando las cosas se ponen cuesta arriba, el dinero no llega y los recibos sí. Cuando el único que se acuerda de ti es el banco, y sus amigos Endesa y Emasesa. Cuando un nuevo político te promete que te ayudará a salir de ésta, sin decirte que de lo que te van a sacar es de tu casa, de tu empresa y del país al que un día te intentaron enseñar a amar.

Cuando, simplemente, pierdes la esperanza en el mundo.

Ese es el día, el momento y el segundo, en el que necesitas aferrarte a algo. En el que tienes que gritar que tú no diste permiso para que nadie jugase contigo. En el que recordar que tu vida vale mucho más que un voto.

Un hombre se levantó en Francia un día soñando con ser libre de la tiranía que lo gobernaba, y se hizo la Revolución Francesa. Un hombre gritó de rabia, y las colonias se independizaron. Un grupo se negó a luchar, y en las armas se pusieron claveles.

Los habrá de nuevo cuya misión en la vida sea derrocar imperios. Los habrá que acabarán con gobiernos corruptos (o lo que es lo mismo gobiernos a secas) y que acabarán con luchas. Los habrá que sean recordados. Y si tú no eres uno de ellos, simplemente utiliza ese momento para hacer tu propia lucha personal contra la tristeza que hay en el mundo.

Es el momento de unirte a los que quieres y ser feliz. De aprovechar esa sonrisa, ese abrazo o ese segundo de mutuo silencio, para resetear el disco duro y olvidar los malos momentos. Es el lugar y el tiempo de echar unas risas, de hacer unas locuras y de vivir cada segundo recordando al mundo que no hay nada imposible si de verdad lo intentas. Es el momento de recordar que no te va a pasar nada por ir al trabajo vistiendo una sonrisa, ir a clase tras darle un beso en la mejilla a tu madre, de tratar bien a la persona que atiendes o de dar las gracias al que te deja espacio para que te agarres en el autobús.

Porque tal vez esa persona también esté en un momento de desesperanza y tú le ayudes a animarse. Porque tal vez el mundo sería menos triste si, en vez de regodearnos y quejarnos de toda la mierda y barro que hay, cada uno limpiase un poquito de lo que tiene a su alrededor.

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