Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

domingo, 20 de enero de 2013

El ocaso de los ídolos

Bajo los brazos de esta sociedad pura y transparente asistimos de nuevo impasibles al linchamiento mediático del que ayer fuera un ídolo de masas. No seré yo quien rompa una lanza en favor de alguien que lleva años riéndose del sacrificio de tantos deportistas o brindando falsas esperanzas a quienes tanto la  necesitan, pero tampoco hay que llevar la situación hasta el extremo.

Lance Armstrong ha sido el protagonista de una historia idílica sobre el espíritu de superación, de alguien que se ganó su sitio en el Olimpo después de vencer a sus propios Titanes (en su defensa añadiré que no fueron pocos ni fáciles). Una historia, como digo, tan bonita y tan épica que suena a guión de película americana, el hombre que miró a los ojos al cáncer y tras derrotarlo no sólo pudo llevar una vida normal, sino que se alzó con siete Tours de Francia, que se dice pronto. Y es que quizás no sea un símil tan descabellado compararlo con una película, pues al fin y al cabo fue sólo eso un montaje, un montaje en el que a un humilde servidor le hubiera gustado poder creer, pero una farsa a fin de cuentas. 

Una farsa propiciada por la cultura del éxito a toda costa, de pisotear a cuantos sea necesario por lograr los objetivos individuales, arriesgando la salud de todos los que sea necesario. Hablo de médicos que, con perdón de la expresión, se cagan encima del juramento hipocrático cada vez que pinchan a los deportistas cuya salud esta a su cargo, irónicamente. Hablo de competiciones de yonkis, en las que gana el que vaya más hasta las cejas y de deportistas que descubren que yacían muertos en sus habitaciones desde la noche anterior. ¿Hasta dónde hemos llegado? Todas las generaciones hemos crecido con distintos ídolos deportivos, a los niños de mi generación cuando nuestros padres no enseñaban a montar en bici nos decían que teníamos que ser como "Miguelón", a nuestros padres les dijeron nuestros abuelos que tenían que ser como Bahamontes y así...

Yo me pregunto en que momento perdimos los papeles, ya se que casi seguro los antes mencionados también tuvieran sus episodios oscuros pero no obstante hemos llegado a un punto insostenible. La máxima "deporte es salud" se rompe totalmente si añadimos el adjetivo profesional; el deporte profesional es de todo menos sano y esto no es lo realmente preocupante, el deporte profesional no es sino el reflejo de la sociedad. Una sociedad en la que la única meta es el beneficio individual caiga quien caiga, ser el mejor en todo, aplastar a cuantos sea necesario, si alguien tiende la mano pidiendo ayuda lejos de ofrecerle la nuestra le pisamos los dedos para que termine de caer... 

El deporte por tanto solo refleja el ansía de poder (en cualquiera de sus formas), la necesidad de destacar pese a que ello conlleve aplastar al más débil y de eso somos responsables todos a nivel individual. Nos echamos las manos a la cabeza todos y yo el primero con este ocaso de los ídolos (como diría Nietzsche) y sin embargo cada vez que tenemos oportunidad de "pincharle las ruedas" al vecino lo hacemos, algunos más que otros y que conste que me incluyo en esta crítica pues suscribo aquella cita sobre el que este libre de pecado que tire la primera piedra. Yo me animo a tirarla y por supuesto me la tiro a mi mismo, pues si bien es cierto que Lance Armstrong ha sido un deportista nada deportivo amen de un fraude por voluntad propia,  ha construido una historia en la que la sociedad quería creer a toda costa.

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