Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

viernes, 6 de diciembre de 2013

Historias de enfermería - 4

 
Llevo un tiempo de descanso desde la última entrada, así que vengo con fuerzas para escribir otra de mis historias. Como os prometí la última vez, la que os traigo esta semana tiene un final distinto.
 
Esta historia tuvo lugar en el mismo lugar que la anterior, la UCI de trauma. Es curioso que un lugar donde los pacientes no hablan y que pasan la mayor parte del tiempo inconscientes sea fuente de tantas historias personales.
 
El protagonista de esta cuarta historia es un hombre con familia, un futuro y muchas ganas de hacer muchas cosas. La razón de que estuviese ingresado era que su casa había ardido cuando su familia estaba dentro. Él salió llevándose a su hijo, y su mujer salvando a su hija. Sin embargo, con las prisas y el humo no pudo ver que su hija había salido de la casa por lo que volvió a entrar a buscarla.
 
Cuando llegó al hospital tenía quemaduras en el 45% de su cuerpo. Por supuesto, además del riesgo de infección de toda quemadura, el paciente tuvo que ser sedado e intubado para que sobreviviese a las quemaduras. Durante muchos días vi llegar cada mañana a su mujer, con las puntas de las orejas y las manos vendadas, para visitar a su marido y quedarse junto a él hablando todo el tiempo de la visita.
 
Durante esos días hablé con la mujer y curé a su marido, participé en las intervenciones para desbridad (eliminar) el tejido desvitalizado que cubría sus quemaduras y, en general, lo atendía desde que llegaba por la mañana hasta que me iba a casa (un paciente quemado requiere mucha atención y vigilancia y cuidados que incluyen curas de dos horas seguidas sin salir del box). De hecho, llegué a tener tanto control sobre el caso que era yo el que informaba por las mañanas a la familia y al que buscaban para preguntar, ya que yo estaba todas las mañanas mientras que los enfermeros iban rotando por turnos.
 
Un día el paciente mejoró y se le fue disminuyendo la sedación. Hasta el punto de que llegó un momento en el que yo estaba en el box tomándole la constantes y JL (por simular unas siglas) se despertó. La imagen de un paciente despertándose de la sedación es tremendamente impresionante. Pasó directamente de estar tumbado a sentarse en la cama, respirando con muchísima dificultad y haciendo mucho ruido mientras sus constantes se disparaban.
 
Grité a un compañero que fuese a por una de las enfermeras de la UCI y me lancé hacia él para tranquilizarle. Y entonces caí en que probablemente nadie le hubiese llegado a explicar nada.
 
-Están bien -recuerdo que le grité. -Tus hijos están bien, tu mujer está bien. Tú eres el que sufrió más heridas y ya estás mucho mejor.
 
Y se me quedó mirando, sin agitarse, sin hacer ruido. Se quedó totalmente calmado, a pesar de tener un tubo forzándole la respiración y, estoy seguro, un dolor tremendo. Sólo tardamos un segundo en volver a dormirle, pero la siguiente vez que se despertó (esta vez de forma controlada) no se agitó ni se puso nervioso, despertó tranquilo.
 
Poco después el paciente subió a planta. Y fue un momento muy especial. No sólo porque ves cómo una persona se cura, ni porque fuese un paciente bastante grave. Ni si quiera, por la sensación de saber que has ayudado a curar y a mantener a un hombre con vida. Lo más especial de todo fue cuando una de las enfermeras me pidió que saliese que me estaban esperando fuera de la UCI y al salir me encontré a su esposa, que me dio dos besos y me dijo (tampoco creo que lo olvide en mucho tiempo) "Quería darte las gracias por todo lo que habéis hecho todos por mi marido, y por cómo nos has tratado".
 
Esa historia tenía que incluirla también en mi pequeño grupo de recuerdos que os cuento. Para poder haceros llegar la historia, para poder deciros que también hay historias que acaban bien y que compensan por mucho los finales tristes. Al fin y al cabo, cada buen final hay que lucharlo aunque antes tengamos que enfrentarnos a mil finales malos.
 
Ya van cuatro historias que os he contado. Tal vez con ellas me conozcáis o comprendáis algo mejor. Tal vez, simplemente, os acerque con ello la realidad de la Rutina que he podido observar durante mucho tiempo, y en la que he pensado para escribir algunas de mis entradas anteriores. Yo simplemente, espero seguir mucho tiempo contándoos mis Historias de enfermería, porque si me dejáis, aún hay muchas personas que llevo conmigo y a las cuáles quiero presentaros.

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