Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Historias de enfermería - Entreacto primero

 
Ahora que estoy monopolizando el blog para dejar a un lado la escritura por pura escritura y que lo estoy usando para acercaros mis vivencias en el hospital pienso que toda buena historia debe comenzarse por el principio.
 
En la introducción de esta saga de entradas os hablé de mi profesión, os introduje algunas de las historias que después os he contado y algunas que vendrán en su momento. Os adelanté algunos de los sentimientos que me ocasionan los casos que llevo, y algunos de los objetivos que he llevado en mente cuando atendía a personas en mis prácticas y que aún forman parte de mi filosofía de vida. Sin embargo, me deje otra cosa, tal vez tanto o más importante, por decir.
 
Puede ser que algunos de vosotros estéis ya cansados de este tipo de entradas o incluso que nunca hayan llegado a gustaros, en ese caso os pido perdón y os aseguro que volveré a intercalar otras entradas entre las dedicadas a mis vivencias entre robos de pijamas de la UCI. Esta entrada no va a tener demasiado de escabroso precisamente, por si queréis leerla de todas formas.
 
A los que sí os gusten, u os resulten más bien indistintas, creo que ya va siendo hora de que pare por un momento de relataros mis historias y os comente el por qué se ha escrito en mi vida este guión, cuáles fueron mi motivaciones para hacer lo que muchos me tacharon de estupidez y yo ahora defino como uno de los mayores aciertos de mi vida.
 
Hace ya unos cuantos años, siendo yo aún un imberbe, llegó un momento en el que me quedé mirando mi solicitud de la universidad. En ella figuraba como primera opción medicina, y como segunda enfermería. Y el mensaje que me acababa de llegar me confirmaba que me había quedado a las puertas en la primera adjudicación de medicina, y tenía plaza reservada en enfermería.
 
En ese momento, yo sólo tendría que haber seguido en la playa para estar ahora mismo cerca de ser médico, como muchos pensaban que iba a estar (entre ellos sinceramente yo). Sin embargo, y por primera vez desde que vi a mi hermana entrar en medicina y me enamoré de esa profesión a través de sus relatos, me planteé si realmente ese era el trabajo que yo buscaba.
 
Tenía clara la especialidad que querría, una cirugía. ¿La razón? El puro ego, entre otras. Quería salvar vidas, ni más ni menos. La verdad es que como objetivo a corto plazo no se puede decir que sea algo pequeño. Pero comencé a sentir que realmente no haber entrado en la carrera que yo buscaba era algo positivo, era una segunda oportunidad para pensármelo, y para preguntar. Y pregunté.
 
Hablé con enfermeros y hablé con médicos. Contrasté opiniones. Y fue precisamente la opinión de una médico a la que quiero muchísimo, la misma que me hizo interesarme por su profesión, la que logró que me acabase decidiendo por la mía. Lo único que necesité fue una frase: los enfermeros son los que están con los pacientes.
 
No os voy a mentir, los que me conozcan sabrán que soy de inicio tímido, aunque poco a poco he mejorado bastante en ese aspecto. Sin embargo, también saben que una vez me suelto lo que de verdad me gusta es tratar con las personas. Cuando mi hermana me definió la profesión con esa frase me di cuenta de que yo podía acabar valiendo para ella, por muy creído que suene. Y que probablemente, si me encontraba con una muralla administrativa que me sobrecargase y me obligase a dedicar no más de cinco minutos a cada paciente, sin saberlo no sería feliz.
 
Con el tiempo, las prácticas me han dado la razón. He pasado mis días a pie de cama (para lo bueno y para ser con el que se desahoguen en ocasiones), y he aprendido mucho más de lo que me habrían enseñado en diez carreras en las aulas. Me he encontrado profesionales de todos los tipos, incluyendo médicos en los que he visto a mi posible yo, buscando tiempo de donde no había para dedicarlo a visitar a sus pacientes una segunda vez en el turno, bromeando con ellos y sabiendo qué tema de conversación sacarle a cada uno, pero sin poder darles más porque tenía que volver al despacho a seguir buscando la forma de curarles.
 
No me mal entendáis los médicos que pueda ser que me leáis. Vuestra profesión es maravillosa y lo creo y lo expreso. Pero mi vida me ha llevado a un camino distinto en el que para ayudar justamente dónde tengo que estar es fuera del despacho, junto a la cama de cada paciente.
 
Muchos han intentado durante mucho tiempo, y desgraciadamente aún lo consiguen, enfrentar a dos profesiones que son independientes pero que a la vez se complementan y que se necesitan entre sí. Porque no se cura sin cuidados, y los cuidados solos no curan. Tal vez mi generación, de tantos médicos y enfermeros amigos desde la facultad, consiga acabar con tontas disputas y los pacientes sean los que salgan ganando, en vez de los políticos que nos siguen bajando el sueldo y culpándonos de las listas de espera y otros males.
 
Mi motivación, al fin y al cabo, no es otra que la de ayudar a mis pacientes. A los que vendrán y a los que ya han venido, de algunos de los cuales ya os he hablado y de otros aún os tengo que contar.

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