Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

viernes, 31 de mayo de 2013

Historias de Enfermería (introducción)


3000 visitas. Muchas gracias por todo el apoyo que nos dais y por seguirnos aguantándonos. Os lo podría agradecer durante muchas páginas, pero no voy a hacerlo. Lo siento pero esta entrada no es para vosotros. Es, como tantas otras, para mí.
 
Os mentiría, sin duda alguna, si os dijese que me acuerdo de este blog tan frecuentemente como parecen decir mis entradas. En verdad, muchas veces veo, pienso o siento multitud de cosas que me hacen llegar a la misma conclusión. Tendría que plasmarlas en una entrada. Son muchas las cosas que el tiempo me ha ido llevando a querer escribir, igual que muchas cosas son las que el propio tiempo, o más bien la falta de él, me ha hecho ir postergando una y otra vez hasta acabar olvidándolas. No es una escusa, tampoco una disculpa. Es simplemente la realidad.
 
He escrito sobre política. Sobre amor y amistad. Sobre diversas cosas y hechos que me han ocurrido (o se me han ocurrido como en el caso del Wall-e parlante) y que forman parte de la vida que llevo y que intento compartir con todo el que se acerca a mí, en persona o a través de estas líneas. Pero ha habido algo, una parte importante de lo que soy, que casi siempre he guardado sólo para mí, pero que un blog que tengo gusto de recomendaros me ha hecho decidir y recordar que quiero contar (hoy pareces parte de mi inspiración, compañero afrancesado"). 
 
Veréis, hace ya cuatro años que tomé la decisión más importante de mi vida, y que a la postre me ha significado una felicidad que no tenía prevista y que ha llegado en forma de compañera de mi vida. Hace cuatro años respondí al fin la pregunta de "¿qué quieres ser de mayor?". Y resulta que mi respuesta fue la de ser enfermero.
 
En un poema al comienzo de nuestra andanza y en una entrada hace poco intenté haceros sentir algo de lo que mis compañeros y yo vemos en el día a día, pero puedo aseguraros de que es sólo una pequeña punta de todo lo que se esconde bajo un día en cualquiera de los servicios de esas grandes moles en las que se han convertido los hospitales.
 
Para que os hagáis una idea. Imaginaros que una persona, a la que no conocéis de nada, decide abriros de par en par su casa y os acoge en medio de su familia. Os cuenta sus penas, sus temores y sus esperanzas, algunas de las cuales sabes que nunca se van a cumplir. No dormís con ellos, no coméis con ellos, pero os van a pedir sin hablar que seáis capaces de ayudarles a querer comer y a poder dormir.
 
Imaginaros que junto a ellos están todos los que le importan, y a los que importa. Están sus hijos, sus hijas, su mujer y sus nietos. Aparecen amigos, compañeros de trabajo, gente que a compartido su vida y que desea compartir lo que queda por venir. E imaginad que todos ellos también se aferran a ti para poder soñar.
 
Tal vez penséis que es una sensación agobiante. No. Es una sensación de responsabilidad. De responsabilidad porque sabes lo que esas personas piden, y es comprensión. No compasión, eso es muy distinto. Buscan y necesitan que los escuches, aunque a veces no hables, aunque casi nunca digas lo que quieren o pretenden oír, ya que muchas veces sería mentira.
 
Imaginaos ahora que un día entráis en una planta de un hospital. Que una persona de esas personas no está donde debería. E imaginad que su hijo se os acerca, os abraza y os dice "Gracias por todo lo que has hecho por él todo este tiempo". Exactamente, un pequeño escalofrío te recorre el cuerpo mientras notas como los pelos del brazo de te ponen de punta. Y a la vez, no puedes evitar sentirte satisfecho, por haber hecho todo lo que has tenido en tu mano por ayudar a esa persona en un momento delicado. Imaginad que no es un hijo quien te lo dice, si no el padre de una niña de doce años...
 
No intento hacer apología de la enfermería. No me dedico a ello ni menos lo haría aquí. Simplemente os acerco lo que es para mí esta profesión que he decidido que va a ser la que me defina y forme parte de mi, de mi forma de ser y de mi forma de pensar. Para que sepáis como realmente es, y como realmente soy.
 
Puede ser que muchas veces halláis escuchado muchas cosas sobre "esas personas de blanco (o de azul, verde, rosa o del pijama de muñequitos del infantil)" que entran en las habitaciones a tomar las tensiones, cambiar los botes de suero y, cuando alguien lo precisa, escuchar un ratito. Puede ser que halláis escuchado, o que incluso lo penséis por lo que he escrito antes, que es una profesión dura, triste o que quema. A nosotros nos dicen que tenemos que aprender a separar lo profesional de lo personal; a vosotros, los que venís a pedir ayuda, que nos hemos desensibilizado para no sufrir.
 
Las respuestas son casi siempre que no. No nos desensibilizamos, no olvidamos lo que pasa dentro y nos vamos para fuera. Porque eso lo hacen las máquinas. Y porque nosotros somos personas. Hay pacientes de mis prácticas de segundo que no he olvidado y que nunca voy a olvidar, gente que simplemente ha pasado a ser parte de lo que soy porque me han marcado de una forma u otra. Gente de las que me acuerdo hoy como si aún estuviesen con nosotros, aunque ya estén descansando.
 
Y no. No es triste, aunque sí sea dura. Pero eso lo hace, a su vez, ser tremendamente bonita (para los que nos gusta, evidentemente). Porque es muy bonito ver a un niño superar un cáncer y lanzarse a por todos esos sueños que una enfermedad había intentado quitarles. Y es, a su manera bonito, ver a alguien que sabe que va a morir llegar a su final acompañado de gente que le quiere, sin sufrir y satisfecho con lo que ha sido de su vida. Es bonito ver sonreír a un niño, despertar a un hombre en coma o ver salir de la UCI a una familia llorando de alegría porque "lo peor ya ha pasado, ya se va a poner bien".
 
Y eso te enseña a vivir de otra forma. Te enseña a valorar muchas cosas, a pensar de muchas formas, a comprender todo lo que quieres, y lo que quieres cambiar.
 
Os repito, no es apología de mi profesión. No intento convencer a nadie de nada. Sólo explicar quién soy para que entendáis mejor lo que escribo. De hecho, puede que otros que hayan estado en servicios distintos a mí no piensen así, o que yo aún no haya comprendido muchas de las cosas que la vida aún tiene que mostrarme y que sin duda, pues la vida es así de hija de puta a veces, me acabará enseñando.
 
Para terminar quiero decir algo que alguien me dijo una vez: que los enfermeros estábamos al lado de los médicos para vencer la enfermedad de las personas para que puedan vivir sus sueños. Después de cuatro años veo que no, que estamos de lado de esas personas para que nunca olviden cuáles son sus objetivos, renovarles sus esperanzas y ayudarlas en su propia lucha.
 
Os debo más entradas, y vendrán. Y os contaré más cosas, sobre mí y sobre lo que veo dentro y fuera del hospital, en forma de alguna Historia de Enfermería más, cosa que hace mi amigo Manuel de tan buena manera en su blog. Pero hoy, os dejo descansar.

3 comentarios:

  1. Muy bueno Carlos, muy bueno.
    Sabes que compañeros como yo pensamos lo mismo que tú sobre nuestra apasionante profesión, y, sinceramente, para entenderla hay que vivirla, aunque con nuestras palabras consigamos demostrar un poco de lo mucho que es.
    Y todo esto sin apologías, lo cual demuestra cuan maravillosa es nuestra tarea.

    ResponderEliminar
  2. ¿Alguien tiene algo en contra de las apologías? ¿Eh? ¿Eh?

    No voy a discutir sobre enfermería porque ya quedó claro que no tengo ni idea y no me voy a poner en evidencia dos veces, así que enhorabuena por el acierto de tu profesión y por las tres mil visitas, y a seguir así :)

    Nos vemos pronto!

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias a los dos. Un honor teneros entre nuestros lectores, y sí, nos veremos pronto ^^

    ResponderEliminar