Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

domingo, 5 de enero de 2014

Entre cerdos y chorizos

 
Hola de nuevo. Hoy he decidido dejar mis quehaceres diarios para escribir una nueva entrada, cambiar de registro y desahogarme un poco. Hay muchos temas que podría tratar en esta entrada del casi día previo a reyes, pero he decidido recurrir a un par de temas que ya he tratado en otras ocasiones y que hoy, por varias razones, me han tocado tanto la fibra sensible que no he podido evitar volver a escribir sobre ellos. Vamos, que me han tocado los cojones. Y es que os pido que me disculpéis si no esperabais y os desagrada encontrar alguna palabra malsonante, pero es que en este tipo de aspectos me gusta ser como Pérez-Reverte y si algo tiene que definirse con una palabra determinada, se hace.
 
El tema es que España, ese país que he aprendido a querer y defender en los pocos años que llevo en este mundo, me recuerda cada vez más a una carnicería. Allí dónde miro veo demasiadas gallinas, cerdos y chorizos. Y por supuesto, algún que otro cabrón. Tanto por el comportamiento como por el símil que se puede hacer gracias a sus cuernos. Y hoy, precisamente, quiero hablaros de algunos de ellos.
 
Y es que estoy harto, por ejemplo, de que al encender la televisión me salga un reportaje de como los asesinos malnacidos de una banda terrorista han celebrado una fiestecita en un matadero. Un sitio que les viene que ni pintado claro, como buenos cerdos sin corazón que son. Ya se podría haber caído alguno y clavarse un clavo oxidado. Por que, como dijo el único periodista con un buen par que he visto en mucho tiempo, me parece increíble que no se acordasen de las víctimas en ningún momento. No porque crea en su humanidad, que no tienen, si no porque pensaba que iban a hacer al menos el paripé. Apoyo a ese periodista que se levantó, olé por sus criadillas como balones de fútbol, ojalá hubiese estado allí para levantarme con él. Y también por sus compañeros que le aplaudieron silenciando al asesino que intentaba mandarle callar. Por que actuaron como debieron, mientras muchas gallinas se quedaban sentadas en su corral, con la boca bien cerrada, el culo bien apretado y probablemente dudando incluso si hacer alguna referencia al incidente que presenciaban.
 
Pero si me indigna que esos malnacidos se rían de sus víctimas, la pasividad de la gente que lo ve y el apoyo de los idiotas capaces de votar a un partido de terroristas para que los gobiernen, más aún me indigna que da igual cuál sea su color que todos los gobiernos de este país se bajan los pantalones como lo hacen ante esas bazofias de la sociedad. Porque me parece increíble que les hayan trasladado de cárcel en cárcel acercándolos a las provincias vascas cuando estaba Zapatero. Porque me parece bochornoso la facilidad con la que han aceptado la decisión de un tribunal que aquí no tiene verdadera potestad legal y que ha supuesto que la escoria más grande que ha surgido en estas tierras salga de las celdas en las que tenían que pudrirse. Y porque me ha repateado que les permitiesen hacer una fiesta de mierda para regodearse del sufrimiento que han causado, causan y causarán en tantas y tantas familias. Pero claro, imagino que permiten todo eso porque es muy difícil atender a otras cosas mientras eres un chorizo y estás ocupado llenándote los bolsillos a costa de robar a los ciudadanos.
 
Supongo que esto es lo malo que tiene criarse en un país que es capaz de dar todo lo bueno (y no sólo en fútbol, también en la ciencia, conocimiento, artes y letras) y a la vez todo lo malo, en un estado en el que gente como Zapatero y Rajoy gobiernan sobre gente que ha demostrado y sin duda demostrará siempre merecerse algo mejor (tampoco hay que ser muy grande para ello) cada vez que hacen un nuevo esfuerzo, que se vuelven a levantar al caer (o ser empujados) y que a pesar de la subida de la luz, del IVA o de las bajadas de sueldo (al fin y al cabo desde que a ZP se le ocurrió por primera vez parece que les ha gustado a los gobiernos eso de bajar sueldos con alegría) van a trabajar cada mañana, o cada noche. O cuando les toca, a pesar de que nunca van a cobrar una jubilación por sus 50 años trabajados que se parezcan siquiera a la que cobra Pepiño Blanco por hacer el inútil durante un tiempo.
 
Supongo, en definitiva, que el ver cómo los que deben protegerte te venden, los que deben ayudarte te pisan y que al final los únicos que te demuestran que España, y en extensión la raza humana, tienen una mínima esperanza son los que menos tienen es algo a lo que debo de irme acostumbrando, según temo y según parece. Porque es que, aunque en este país hay mucha gente buena y honrada, también hay demasiada escoria. Porque, al fin y al cabo, hoy en día vivimos entre cabrones. Y entre cerdos y chorizos, que no dejan de ser más de lo mismo.

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